sábado, 8 de abril de 2017

La constante

Alrededor de avenida de los Baobab, el paisaje fotográfico por excelencia de Madagascar, con permiso de los saltarines lémures, era el sitio perfecto y el lugar idóneo. Si teníamos que convertir aquello en una despedida tendría que ser al atardecer,  donde no podríamos vernos las lágrimas caer aunque a decir verdad, no podríamos esperar hasta entonces.

Tras un longevo camino vital de más allá de una década, el momento de seguir en solitario parecía haber llegado. Después de habernos embarcado en numerosas aventuras juntos y de habernos permitido crecer el uno al lado del otro girando sin rumbo, ella había llegado a donde pertenece.

Madre mía, hace ya más de doce años de aquel julio de 2005 cuando nos encontramos en aquella bolera perdida de Chester. Pofff...! Lo borrachos que íbamos! Ni se como acabaste allí! Que jóvenes inmaduros éramos, pero que bien nos sientan los años a día de hoy. Nunca estuviste tan hermosa, mi fiel compañera.

No voy a borrar nunca lo que construimos al girar como satélites, así como tampoco pienso a dejarte atrás. Una vez escuché que cada ecuación en la vida necesita de estabilidad, le llaman la constante. Si nos separamos aquí, cuando viajemos al futuro nada allí nos será familiar y estaremos perdidos. Así que vamos, que ahora hay un mañana que disfrutar. Seguimos juntos y volando y eso si que no lo debemos parar.


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