miércoles, 26 de enero de 2011

Migraciones

Son muchos los animales que realizan migraciones, es decir, desplazamientos periódicos de un hábitat a otro. Toda migración implica un movimiento activo de parte del individuo migrante, a menudo durante muchos días. La migración cumple distintas finalidades. Hay especies que lo hacen para alejarse de inviernos en extremo rigurosos o veranos tórridos; otros lo hacen buscando un lugar apropiado para su reproducción, o para huir de sus depredadores; otras especies lo hacen para procurarse alimentos. 

La aleatoria migración personal me hace dejar atrás la parte superior del mapa argentino. Acabo de pasar de largo Mar de Plata. Por ahora, la edición del documental sobre el Valle de los duendes puede esperar, va a esperar. 


Los planes de viaje nunca incluyeron Argentina. La alta inflación del peso argentino limitaba bastante mis posibilidades de éxito. Además del escaso fondo económico, organicé la ecuación temporal pensando en regresar a Barcelona en fechas próximas a la entrada del frio en el hemisferio sur. No obstante, la única puerta de vuelta a casa se encuentra en Ecuador, donde los precios asequibles ofrecen barra libre a volar a Europa sin problema alguno. 

Acabo de pasar de largo Mar de Plata. Por ahora la idea de volver puede esperar, va a esperar. Hace pocas horas acabo de llegar a la Patagonia argentina. Las olas del viento me han traído hasta aquí.


lunes, 24 de enero de 2011

Gauchito Gil


«La leyenda es sencilla y proclama que en la segunda mitad del XIX, un gaucho bueno y pacifico llamado Antonio Mamerto Gil Núñez fue victima de una evidente injusticia que le costó la vida. Por una denuncia equivocada, una cuadrilla policial lo detuvo para llevarlo a juicio en Goya. Como era usual en aquellos tiempos, durante el traslado, los policías solían matar a los prisioneros antes de que se los juzgara, con el pretexto de que habían intentado escapar; así fue que el sargento que mandaba aquella partida estaqueó a Antonio Gil para degollarlo. Éste no sólo no se resistió sino que antes de morir le dijo que de todos modos lo perdonaba y aun le advirtió que cuando volviera a su casa encontraría a su hijo gravemente enfermo. Le aseguró además que el muchacho se curaría si se acordaban de é y rezaba una plegaria por su alma. El sargento no lo creyó y lo sacrificó colgándolo de un espinillo, árbol típico de la región. 

Al llegar a su casa, en efecto, encontró a su hijo moribundo. Entonces se acordó de Gil y le rezó toda la noche, desesperado, rogando toda la noche al alma en pena que salvara a su muchacho. Y el muchacho se curó: al día siguiente se reponía velozmente mientras su padre, el sargento arrepentido, cortaba un espinillo y hacia una cruz, que plantó después en el mismo lugar del degüello.» 

Es allí, cerca de la ciudad de Mercedes, donde hoy se venera esa cruz y se ha desarrollado una industria popular impresionante, que mezcla el paganismo con el kitsch y la pobreza con el oportunismo porque la creencia dice que todo caminante o viajero que no se detenga un instante a saludar al Gaucho Gil carecerá de fortuna y de protección en el resto del camino. 

Una de las características de este supuesto héroe milagrero es el color rojo: las figuras del gaucho lo muestran envuelto en un poncho rojo y con una vicha en la cabeza, ambos de color rojo. Se descubre fascinante el viajar por las carreteras argentinas avistando constantemente a sus laderas santuarios bermellones de variopinta capacidad. Todo queda claro cuando te refieren el significado.

sábado, 22 de enero de 2011

Road to Argentina

Salir de Bolivia en dirección a Argentina desvela un real punto de inflexión. Supone abandonar lo que ha sido mi hogar a lo largo del último trimestre. No es sencillo mudar de aires, más aún cuando en La Paz, punto final de mi ser y estar en Bolivia, encontré un establecer más que espléndido. 

Lo que viene acontece un viaje por carretera de 3.000Km aproximadamente para alcanzar Mar de Plata, ciudad de vacaciones por excelencia del argentino. Un Salou en toda regla. Demasiado duro sobre el papel. No obstante, el destino final poco importa si la senda es la idónea. Viajar en automóvil particular sospecha sinónimo de libertad total de actuación. Si bien también conduzco, suelo aprovechar para iluminarme de la asombrosa variedad paisajística de Bolivia. No reseguimos rutas oficiales. Ni pensarlo. Preferimos el polvo y las piedras de caminos inhóspitos que nos descubren parajes ocultos entre grandes cordilleras y profundos valles.



Nuestro particular road trip no admite tampoco forma alguna de alojamiento, y lo que usamos de alojamiento no admite forma alguna de civilización. La orilla del lago Uru Uru, el Salar de Uyuni o las quebradas rojas de Tupiza han sido los portentosos lugares seleccionados para desbrochar el saco de dormir y pernoctar bajo la fría luz de la luna y sus incondicionales seguidoras, las estrellas. 


Rehacer tus pasos nunca es malo. A diferencia de lo descrito en Desiertos blancos, lagunas de colores, el manjar que supone la vida me ha ofrecido la posibilidad de regresar al Salar de Uyuni. No para visitarlo, sino para vivirlo y sentirlo de la manera que en mi primera visita no puede hacer. Ver el atardecer subido al techo de un Mitsubishi Delica, pasear a la luz de la luna bajo los infinitos millones de hexágonos crujiendo al son de tus pisadas u oír el silencio. Eso es disfrutar de la magnificencia del más grande salar del planeta. Si alguna vez he de imaginarme que aspecto tendría el cielo bíblico, que sea como el Salar de Uyuni. 


Sin embargo, el mundo anda plagado de maravillas inimaginables. Abandono Bolivia road to Argentina en busca de más. El placer por descubrir la vida aún anda lejos de saciarse.

jueves, 20 de enero de 2011

Un año más, un año menos

«No podré contar que ocurrió ayer, fue hace tanto tiempo que el Sol se ha vuelto a poner» dice una canción. Entretanto, recopilemos. La entrada al 2011 vino de la mano del fin del gasolinazo. Evo Morales acabó por derogar el decreto respecto a la subida de los hidrocarburos cuando se concienció que la gracia se podía acabar convirtiendo en un conflicto a nivel de la guerra del gas de 2003, que ya acabó con el presidente boliviano de entonces. 

A raíz del gasolinazo mi viaje fue premiado con un golpe de suerte. En Uyuni, el destino hizo que me topara, conociera o acoplara —depende de quien lo cuente— con un grupo de españoles cooperantes en Naciones Unidas. Encontrar lo más parecido a una familia en fechas tan especiales reconforta tanto el ánimo, que acaba por deleitar al alma. Si bien sólo iba a ser un breve viaje a Potosí, seguido de un atípico fin de año, el asunto se acabó alargando algo más de dos semanas. Apenas me he marchado, que prontamente los echo de menos. Pero saben que el inquilino catalán volverá, todo será que no me abran la puerta.



Las horas previas al 2011 fueron surrealistas. Celebrar las uvas a bordo de un autobús, sustituyendo las inexistentes frutas por pedazos de caramelo, supuso el inicio de año en la Península, a cinco horas de la celebración en Bolivia. Un par de horas más tarde, como si nada hubiese cambiado, Gavina se llenó de gente maravillosamente elegante, de apariencia y de corazón. En medio de todo, un ordenador esperando a reproducir mi imagen desde el otro lado del océano Atlántico. Mágico, sin duda. Luego ya celebraría la entrada al 2011 de la manera más típicamente boliviana, sin recordar como llegar a casa antes de la salida del Sol.



Una vez se apagó la pantalla de ese ordenador, la imagen de todos juntos tardará, al menos seis meses en repetirse. Otro de los nuestros levantó el vuelo y se decidió a indagar parajes foráneos. Mérito grande el irse, dejándolo todo, en busca de conocimiento. Estamos aconteciendo al nacimiento de Sir. Bob, todo un gentleman. Y ojo que no es poco.


Para rematar la antología de los primeros compases de 2011, recalcar mi estadía en la fabulosa Isla del Sol, las ruinas de Tiwanaku o el asombroso pueblo de Sorata. En La Paz y sus alrededores no hay aburrimiento, porque todos sabemos que la vida es un campamento libre y cada uno deambula a su satisfacción y complacencia. Nada más faltaría.

¡Ah!, y ya que vale más tarde que nunca: ¡Feliz 2011!


viernes, 7 de enero de 2011

Desiertos blancos, lagunas de colores

El Salar de Uyuni vende igual que fascina. Y fascina mucho, pero vende más. A decir verdad, viajar por Bolivia obviando su visita se considera sacrilegio, pues es, con sus 12.000 km², el mayor desierto de sal del mundo.

Hordas de turistas se aventuran a través del Salar y sus alrededores deslumbrados por una experiencia surrealista e imprescindible con llanuras de sal, manantiales termales, géiseres, lagunas, volcanes y flamencos.


El principal problema es la obligatoriedad del tour. El boom turístico de Uyuni reporta tener que convertirte sí o sí en una ovejita fotografiadora de las maravillas saladas. No poder sentir, no poder vivir la magia del Salar sí supone un real sacrilegio. La entusiasta fascinación de la naturaleza del Salar de Uyuni ha acabado sucumbiendo a las leyes económicas del capitalismo. Otra maravilla más que lo hace.