lunes, 25 de abril de 2011

Dialectos

Increíble pero cierto, el paso del tiempo y las incontables conversaciones con la gente autóctona han acelerado la modificación bestial del propio vocabulario callejero hasta tal punto que venga alguien de l’Hospitalet y, por las palabras que vengo usando, acabe entendiéndome antes con alguien argentino que con alguien de donde nací.

Pese a todo, existe  un uso lingüístico que me fastidia. Se trata del verbo «coger». Mientras por allá en la Península tiene aceptaciones variopintas —cogemos desde un autobús a una manzana—, en Argentina oirás cualquiera de los sinónimos aceptados por la Real Academia Española para el verbo coger. Todo viene porque, en Argentina, coger significa follar. Imaginaos las reacciones cuando contaba que «en Bolivia cogía a mi oso a las 8am y nos pasábamos todo el día en la selva…»
Pese a que he evolucionado, aún ahora, no logro dominar el correcto uso del verbo. Lo que si no cambio es el «¡tío, joder!» por el odioso «boludo, la concha de la lora»

Si bien el vocabulario ha cambiado la casaca, el acento castellano —o gallego, como le dicen en Argentina— sigue oliéndose a siglos luz. Digamos que me he convertido en una especie de hibrido raro que no acaba de encajar en ninguna de las dos patrias, algo a lo que mis facciones de guiri barbudo me tienen tan acostumbrado a sentir.

lunes, 18 de abril de 2011

Seis lunas

El pasado jueves, ciudades y pueblos de la Península celebraron numerosos actos en homenaje de la primera gran oportunidad democrática del siglo XX. El 14 abril 2011, ochenta años después de la proclamación de la II Republica Española, también supuso el inicio del séptimo mes de mi viaje. No sé si significa algo, de hecho, creo firmemente que el seis no deja de ser un número más, como cualquier otro. Pero, sin darme cuenta, el tiempo va pasando y ya va medio año desde que decidí poner rumbo a Sudamérica.

De bien seguro que el paso del tiempo me ha cambiado en el plano personal. La valoración esencial de una única vida propia en relación a lo que —o quien– inevitablemente nos rodea dista bastante de la perspectiva con la que levanté velas de Cornellà. Sin embargo, lo que cambió me lo guardo a modo de secreto inquebrantable, ya que cada uno no debería dejar pasar la oportunidad de experimentarlo por si mismo. De última, me atrevo a publicar lo que físicamente plasman las fotografías que rondan los días catorce de cada uno de los seis meses que pasaron. Allá va.

Aeropuerto de Barajas (ESP), 14 de octubre de 2010

Villa Tunari (BOL), 15 de noviembre de 2010

Bermejo (BOL), 11 de diciembre de 2010

Camino a Sorata (BOL), 11 de enero de 2011

Puerto Patriada (ARG), 12 de febrero de 2011

Torres del Paine (CHI), 19 de marzo de 2011

Playas Doradas (ARG), 14 de abril de 2011

viernes, 15 de abril de 2011

Te vas a enterar de lo que vale un Paine


El Parque Nacional Torres del Paine es una de las once áreas protegidas existentes en la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena. Sin embargo, no cabe confusión al afirmar que es una de las más hermosas de Chile, incluso de todo el continente sudamericano. 

León Tolstoi opinaba que lo que se llama belleza reside únicamente en la sonrisa. Bien, en Torres del Paine no todo fueron sonrisas, también un considerable leve sufrimiento. Sufrimiento a modo de los 135 kilómetros que completan el circuito circular, algo más de 75 si se decide optar por el circuito menor, conocido como W. Obviamente a pie. 

Sin embargo, no tanto son los kilómetros, como la duración de una caminata que se prolonga alrededor de una semana. Una mochila que supera los 25 kilos cargada de los utensilios necesarios para acampar en condiciones limitadas, además de alimentos para algo más de siete días, chocolatinas y frutos secos incluidos; o el cansancio y la fatiga acumulada por el paso de unas jornadas en las que será difícil descansar en condiciones y menos alimentarse adecuadamente, suponen los principales elementos adversos con los que uno debe lidiar. 

Por otra parte, algunos afirman erróneamente que la belleza sólo está al alcance de bolsillos llenos. Paradigmáticamente, Torres del Paine ofrece una más que presuntuosa relación entre el precio y regocijo de deleitarse con lugares inesperados donde vibra a pleno rendimiento el engranaje de una naturaleza salvaje. Aún con todo, incluidas las terribles condiciones climáticas —nieve, lluvia o fuertes vientos de hasta 100Km/h aderezados con temperaturas nocturnas bajo cero—, la magia jamás se pierde. Vale la pena el cansancio de las caminatas, aún acarreando tu propia casa en la espalda, sobreviviendo a como dé lugar, porque el paseo por el Paine resultó ser realmente espectacular por su paisaje, ambiente y lejanía. No hay escusas válidas.


jueves, 7 de abril de 2011

Con la N de camión

De enano, cuando tenia frio, mi madre solía decirme que me pegara cuatro carreras al pasillo y todo volvería a ir bien.

Las temperaturas de Ushuaia no elevaban el termómetro más allá de los 4°C aunque lo normal, debido a la variabilidad climática, era tener una sensación térmica que bailaba en lo negativo del termómetro. 


Atendiendo uno de los típicos consejos maternos para ahorrar energía, empecé a correr. No fue físicamente, pues las latitudes argentinas más cálidas distaban a algo más un millar de kilómetros. Usé la invitación de retorno que se activó al llegar a Ushuaia a bordo del Globetrotter de Orlando, un camión de 16 toneladas que cubre la ruta Buenos Aires – Ushuaia y viceversa.



Resulta que en 48 horas, como un pajarito que tirita por las inminentes heladas, he desdibujado la S de sur para elegir la N de norte. Tampoco tenía muchas opciones. Llegué al fondo del pasillo y tenía que dar media vuelta. Mi madre tenía razón, y ni siquiera hacían falta cuatro carreras. El frio duró apenas veinte días.

viernes, 1 de abril de 2011

El fin del mundo

Llevado por la emoción, dilato la publicación del artículo dedicado al Parque Nacional Torres del Paine y os propongo algo.

Coged o descargad un mapamundi. Paraos un segundo para contemplar lo dilatado y extenso de un planeta vivo plasmado en una simple hoja de papel, o bien en la pantalla de un ordenador. Parece insignificante…
Ahora fijad la atención en Sudamérica, recorred de norte a sur su dimensión atajando por la multitud de colores que representan las diferentes fronteras nacionales. Habrá un momento en que todo se volverá de color azul: la representación gráfica del océano. Antes de llegar a las bastas mareas, concentrad la mirada en la última ciudad del continente. La más austral de todas. Sí, ahí en la puntita.

Id corriendo a por una lupa, o dadle zoom in para obsérvalo con más detalle, hasta que no podáis forzar más la visión.


¿me veis saludándoos con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja?

¡Lo logré! ¡Ushuaia, el fin del mundo!