jueves, 22 de marzo de 2012

La vida es sueño

Fue un bello sueño. Tales como esos de los que te eriza que sean truncados por el maldito despertador. Esos que te perturban durante el despertar, más o menos hasta que llega el primer café matutino. Esos que ilusamente piensas poder revivir al apagar la luz al fin de la jornada, pero que ya no vuelven jamás. Esos que te invaden de nostalgia. 

Una nostalgia presente en los recuerdos. El paralelismo inadvertido de pararte frente al mar y saberlo no tan puro e infinito como aquel. De tratar de buscar un punto que rompa la linealidad arquitectónica del océano. Un punto que, aun no estando físicamente presente, sabes que está ahí, que estas en la dirección correcta, mirando a Rapa Nui. 

Quimeras que, sin embargo, cuando menos te los esperas, vuelven a aparecer en la noche para llevarte de nuevo a lo más profundo que perturba tu corazón. Entretanto, no queriendo quedar anclado en el pasado, el viaje empieza de nuevo. Vuelve a activarse el flujo de nuevos retos, de apasionantes historias.

Las líneas marcan el camino. Unas, las de Nasca, ya las sobrevolé. Ahora, se viene lo más profundo de la selva peruana. Amazonas, wait for me.

domingo, 11 de marzo de 2012

Ejercicio 24

Propongo un ejercicio de inventiva narrativa. Tratemos de imaginar con palabras el aniversario perfecto. 

Inauguremos el relato en lo alto de un volcán llamado, por ejemplo, Maunga Terevaka. Construyamos la imagen mental de una isla iluminada en su totalidad por la luna llena. Una luna que dibuja con sus cráteres una tristeza melancólica. Opuesto a ello, nos encontramos felizmente apelotonados con grandes amigos y es que el viento sopla demasiado fuerte allá arriba para ir en pantalones cortos. Queriendo volver a la realidad, pues la luz intensa de la luna encandila, cortamos la isla siguiendo la ruta que nos lleve de nuevo a la civilización. Una vez en casa, tras recibir las primeras felicitaciones, rechazamos opciones de alargar la noche. Las piernas no dan para más. 

El despertar se hace difícil. Cumplir otra primavera más no nos inmuniza contra una gripe inoportuna que nos ha mermado durante los días previos a la celebración. Hoy también. Una jornada en la que inevitablemente recuerdas con más ahínco a tus seres más queridos. Familia y amigos cercanos son anhelados desde la distancia. Son más de 14.000Km los que separan nuestros corazones, distancia insuficiente para los avances de la tecnología. Programas como Skype, Hotmail, Facebook o incluso el mismo blog permiten la transmisión de cotidianos diálogos y románticas palabras escritas que aprueban con orgullo el definitivo cambio del rumbo de una vida concreta, mi vida. Sin embargo, esconden sentimientos de añoranza o anhelo por un hipotético regreso inmediato. Todos los que quieren hacer llegar sus palabras, hoy saben cómo; otros días lo hacen mediante una demanda que acaba por llevarte delante de un juez. Triste, pero eso no tiene cabida en el relato de un aniversario perfecto. Sus palabras, hoy, sobran. 

Empezar subiendo un volcán no deja de ser especial, y más a la luz de la noche. Pero aún siendo el más alto, hay otros de menor altura e indudable superior belleza. Rano Kau destaca por su acantilado y su laguna poblada de diminutas islas de totora y abundante vegetación y microfauna dentro del cráter. El fondo del cráter, de 1,5Km de diámetro y a 280 metros de profundidad, es un lugar vetado a la visita de turistas que son dirigidos mediante un sendero interpretativo a lo largo del borde del mismo, y donde en el extremo oeste se encuentra la aldea ceremonial de Orongo. 


Pero hoy se trata de inventar e imaginar, y por ser un día tan especial, resultamos ser invitados a conocer el Hades del mismísimo Rano Kau. Descender por un lugar poblado de carteles «keep away» mantiene la incertidumbre de la misión, pero tenemos la suerte de ser avalados una autentica rapa nui. Ella, más que nadie, conoce y es bienvenida en cualquier lugar de su tierra. Una tierra que en ese descenso prolongado sorprende por su variedad microclimática reflejada en la flora. En menos de 500m se podría publicar un libro de numerosas páginas rellenas con las especies pobladoras de tal lugar.


Tal belleza se magnifica con marihuana, y de qué manera. No obstante, hay que mantenerse alerta. Bien por la multitud de restos arqueológicos escondidos, bien por piedras traicioneras que a no ser de esquivarlas, podrían acabar por matarte. Volver a asomar la cabeza fuera del volcán exige reptar por una pared casi vertical al más estilo lagartija. Tal considerable sacrificio físico no nos priva de asistir, una vez más, a un atardecer de película desde la aldea ceremonial de Orongo. Un emplazamiento de más de 50 casas de piedra de forma elíptica que ofrecen una perfecta visión de los motus o islotes, lugar donde se celebraba la elección del Tangata Manu, fundamental ritual después del periodo de los Moais. 


La jornada viene culminada por una cena en familia. No hay pastel, tampoco velas. No importa, no es necesario. Ni siquiera salimos a bailar pero qué más da, total, los días de aniversario acaban a medianoche. Cuando el reloj de pulsera indica la entrada al siguiente día, a partir de ahí, ya otro se encarga de hacer de su día, un día inolvidable.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Argumento primero: «no existen los semáforos»

Si bien parece una razón desprovista de sentido, «no existen los semáforos» oculta la clase de detalles que seducen al inconsciente, más allá del elemento reconocible en la isla: los propios Moais.

Rapa Nui, o Isla de Pascua, dispone de un único núcleo urbano. Llamado Hanga Roa, el pueblo paraleliza, en muchos sentidos, a un camping de dimensiones destacadas. Ahora bien, tiene sus particularidades únicas. Por ejemplo, pese a registrarse un alto número de coches, dominan las motos y las bicicletas. Hasta ahí, similar a un camping, no obstante, aquí se incluye un elemento de trasporte más: los caballos. Fácil es tener que ceder el paso a personas que se movilizan a lomos de su caballo para ir al supermercado o a la discoteca. Sorprende que el número de caballos sea levemente inferior al de la población humana. Así, al salir de la ciudad es común encontrarlos en todos los rincones de la isla: al lado de los Moais, en las playas, en medio de la carretera,...


Como cualquier territorio limítrofe con el mar, en Rapa Nui dominan las actividades al aire libre y muy especialmente a las practicadas en el mar. Ya sea como actividad pesquera o como actividad recreativa: surf, bodyboard, snorkelling, buceo, canotaje... Su poca población recrea en la isla un ámbito familiar. Todos son tíos, primos o sobrinos. Hay abundantes asados y curantos para la comunidad de forma gratuita. Quizá sea por eso que Rapa Nui goza de un alto nivel de seguridad ciudadana, pues apenas se registran robos y no existen asaltos. De hecho, es habitual y sencillo moverse por todo el territorio insular practicando autostop, una actividad que en otros lugares continentales supone exponerse a ciertos riegos, tanto para el conductor como para el autoestopista. Y es que aquí, más que en ningún otro lado, la policía ejerce un papel innecesario. Ni siquiera para controlar el alto consumo de marihuana y alcohol.

Una de las magias infantiles recuperadas en la isla es la de andar a oscuras por la calle. Disponer siempre de una linterna o velas en casa nunca viene mal. Bien por los constantes cortes de luz, bien por vivir en zonas donde el alumbrado público aún no está presente. La electricidad en la isla proviene de grandes generadores alimentados a benzina, lo que supone fallas en la planta generadora ante un exceso de consumo eléctrico o malas condiciones meteorológicas. Pero no supone un grave problema, ni siquiera un problema, pues las noches en Rapa Nui se caracterizan por ser unas de las más iluminadas y espectaculares que recuerdo, ya sea por la presencia constante de infinitas estrellas envueltas en el manto de la Vía Láctea, o por la cegadora luz de la luna llena. La inexistencia de una gran ciudad a menos de 3.000Km supone la total abstención de contaminación lumínica. Y qué decir de lo pictórico de los amaneceres o de los atardeceres. Salir a ver la caída del Sol se convierte en una actividad usual si dispones de tiempo para hacerlo.


Sin embargo, la ciudad de Hanga Roa, y por tanto la isla, dispone de todos los servicios necesarios. Hospital, escuelas, policía, polideportivo, aeropuerto que parece una terminal de autobuses, biblioteca, iglesia, bencinera, supermercados, restaurantes, bares, discotecas, internet,...

Algo hace mágica la vida cuotidiana en esta isla. No podría ni pretendo describir más allá de las líneas generales de mi idea. Nunca dudaré de que Rapa Nui tiene vida propia, que te da y te quita lo necesario en cada momento. Algo me dice que no será mi último capítulo en la isla de Hotu Matu'a. Emulando a Haumaka, la seguiré soñando desde la distancia.


En breve, el argumento segundo: «centro único y exclusivo de la cultura y sociedad Rapa Nui»

jueves, 1 de marzo de 2012

Al ruedo


Ya, futuro reciente decidido. Me voy de Rapa Nui. El próximo día 14 de marzo vuelo en dirección a Lima.

Prometo volver al blog para contar antiguas novelas y como no, los últimos coletazos de mi andadura en la isla. Y es que, aunque ya haya empezado la cuenta regresiva de mi partida, aún no esta todo el pescado vendido. Quedan sorpresas que pintar.