domingo, 26 de septiembre de 2010

Madres

En los viajes, como en muchas otras cosas, recuerda que el noventa por ciento de tu madre siempre eres tú.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Cabrera conexión

«Siempre quiso escapar de lo que para él era cercano. 
Una vez estuvo lejos, nunca pudo volver por miedo a 
sentirse de nuevo uno más entre los suyos.»


Desearía agregar algún comentario al respecto pero no puedo. Es tan asombrosamente real, que me da realmente miedo darle credibilidad. 

lunes, 20 de septiembre de 2010

Burocracia

Joder, cuánto más deseas algo, más cuesta conseguirlo. Odio esta norma no escrita. Y la burocracia tiene mucho que ver en todo esto.

Veréis, sólo quiero irme indefinidamente (que no infinitamente) a un lugar lejos de aquí. Sin las sucias normas de la sociedad occidental primermundista. ¿Porqué cojones os dedicáis a poner continuas trabas a la libre circulación de personas sin un objetivo determinado? ¿No entendéis que todavía hay personas que quieren viajar sin el objetivo de hacer negocio, de estudiar o de hacer turismo? Sólo quiero ir, darme una vuelta y volver. Todo ello sin la necesidad constante de estar mirando el reloj para saber qué día y qué hora volver.

Llevo un tiempo convencido de seguir el camino correcto, de obtener el visado para 'objeto determinado', de pagar tasas por aquí y papeleo por allá, de aguantar que día tras día me digáis que necesito un trámite más. Que será el último, pero que nunca lo es.


Hoy he dicho basta. Hecha la ley, hecha la trampa. Y si el soborno y las pirulas aún funcionan en un país teóricamente serio como el nuestro, allí no serán menos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Cautela

Hoy más que nunca debo guardar cauteloso silencio.

Pese a que las tramas del destino empiezan a vislumbrarse, aún falta una diminuta distancia por recorrer, un poquito más de luz. Si todo anda en su cauce, en una semana podré decir que me largo.

Hoy más que nunca me apetece decir cuándo y dónde.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

/gracis/

Los tiempos de vacaciones siempre sirven para algo más que tomar el sol. Se agradecen más allá, para pensar. Para sentir.
Sentir que fuera de tu ciudad también se vive. Rodeado de desconocidos o sin ellos. La sensación de desear y conseguir romper nuestra rutina, esa que paradójicamente luchamos insistentemente por lograr y luego, mantenerla día tras día. Sin embargo, hay veces que aún habiendo logrado una rutina aparentemente perfecta, interiormente aparece vacía.

Lo jodido es que no sabes porqué. Y más curioso aún es cuánto nos puede y, en ocasiones, nos vence (y convence) la normalidad de la vida diaria a la hora de formalizar un cambio radical.


Platja de Formentor, Mallorca.


Se nota el buen sabor de este aire azul.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Decisiones


«Cuando te enfrentes a un dilema, simplemente lanza una moneda al aire. Funciona. Pero no porque con eso se decida la cuestión, sino porque durante el breve momento en que la moneda está suspendida en el aire, de repente descubres lo que deseas que suceda.»



Gracias a una moneda, ayer se cumplieron dos años desde que aterricé en Nueva Zelanda. Luego vendrían más, eso si, ya sin monedas de por medio.




sábado, 4 de septiembre de 2010

Palabras

Hace un tiempo, alguien, al ver una pulsera hermosa, se acordó de mi. Y decidió comprarla.

Sin embargo, más que el detalle, más que la belleza del objeto, más que el remordimiento personal por dinero que había gastado; más que todo eso, al verla siempre recordaré sus palabras:

«Para que acabes donde acabes, nunca se te olvide de donde saliste feo!»


..realmente único.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Pasa la vida

Pasa la vida,
no sabemos donde vamos pero estamos,
pasa la vida,
lo que importa es lo que hagamos,
no lo que hicimos,
que lo que duele vuele sin amos,
fue que dijimos,
coño nos anestesiamos,
fumamos de memoria,
contra la monotonia del dia a dia,
todos los dias,
nos escapamos,
de quien si no del tiempo,
de quien si no del llanto,
pero este miedo tiene su encanto...

Pasa la muerte,
por delante y me saluda
pa' que no me quepa ya ninguna duda,
huyo del castigo,
porque se que llevo dentro un enemigo,
y ciego sin vertigo,
mi sueño persigo.

Kase-O

jueves, 2 de septiembre de 2010

21 de julio de 2005. Chester, Inglaterra.

«Por cierto, que se me olvidaba! He cazado una zebra de Madagascar. ¡qué mona!»

Diario personal de Chester. Dia 8.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tardes de verano

Mantenerme despierto por las tardes me hace cuestionarme profundamente las opciones de mi futuro. Y no es bien.

Incertidumbre máxima. Puta burocracia.

Viajar no sirve para nada

Le dice Indra a Rohita en el Brahmana:

«¡No hay felicidad para quien no viaja, Rohita!
De tanto permanecer en la sociedad de los hombres,
hasta el mejor de ellos se echa a perder.
Ponte en camino.
Los pies del caminante se transforman en flores,
su alma crece y da frutos
y la fatiga del viaje limpia sus vicios.
La suerte de quien se está quieto no se mueve,
duerme cuando él duerme
y se levanta cuando él se despierta.
¡Ahora vete, viaja, Rohita!»


Qué ciertas y hermosas palabras. Pero responden a una realidad que apenas existe hoy en día, sino a cuando Marco Polo tardaba un año en llegar a Beijing. ¿En qué hemos convertido el viaje? Salimos de casa a la hora X cargados de maletas y cámaras digitales de foto y vídeo. Por el camino, en vez de observar cómo cambia el mundo paulatinamente, cómo las costumbres del hombre varían para adaptarse a un medio diferente al nuestro, dormimos, comemos horrible comida de avión metida en cajas plateadas y vemos la última película de Disney.
Llegamos al otro lado del mundo a la hora X + 15. Vamos a un hotel exactamente igual a los de nuestro país —de acuerdo, tiene cuadros exóticos y los recepcionistas otro color de piel—. Durante una semana, quince días como mucho, corremos de un lado para otro visitando lugares explícitamente preparados para turistas como nosotros, comiendo en restaurantes en los que, sospechosamente, la mayoría de los clientes son de nuestro color, tamaño y condición, y señalando a una foto en la pared para pedir la cena. Ninguna relación con los nativos, que se limitan a vendernos las entradas de los museos y los espectáculos de bailes locales que ya nadie baila y a servirnos la comida con la mejor de sus sonrisas. Si algo no nos gusta, siempre tenemos un Mcdonalds a mano.

A eso se reducen la mayoría de los viajes de hoy en día. Pero como es un tópico aceptado por la sociedad primermundista que viajar es sano y abre la mente, volvemos a casa con la pretensión de haber visto un país [en quince días ni San Marino, seamos serios] y, sobre todo, de haberlo comprendido, aunque sea parcialmente.

Los países, sobre todo los que dependen del turismo para sobrevivir, se convierte así en parques temáticos para occidentales y japoneses en los que los habitantes nativos son una parte más del decorado y la cultura algo que se vende en los tenderetes. Podemos darnos una vueltecita por el Amazonas con guías indígenas, cruzar el río Congo en Canoa con un remero negrísimo y viejo que masca extrañas raíces y comer hormigas en Vietnam. ¿Pero en qué viaje moderno tiene uno tiempo, posibilidades y capacidad de hablar —de hablar de verdad, no sobre la salsa del besugo— con la gente? Una cultura se conoce a través de la gente que la vive y no de las fotos posando en monumentos ilustres. Al volver criticamos que en China se escupa en el suelo, que los negros de África vayan medio desnudos y que los indios en Perú nos miren con rencor de quinientos años, porque el haber comprendido nos da derecho, creemos, a valorarlo todo.

El viaje ha perdido su sentido completamente. Es divertido, y no digo que esté mal, pero no enriquece el espíritu. Es una industria más, y su cómplice es la guía Lonely Planet, pero eso lo explicaré otro día. Casi nadie se sale de las rutas establecidas, porque es incómodo y difícil moverse sin guías, sin señales, sin plan previo. El equivalente actual al viejo modo de viajar, al viaje que abría la mente, es vivir fuera y empaparse de todo lo nuevo que nos aporte la experiencia. Y aún así no es infalible.

Emulemos a Marco Polo pues. O al menos intentémoslo.