Elegante, ¿verdad?
A decir verdad, la fotografía oculta la historia viva de un desastre natural que sigue reciente en las calles de la población de Chaitén, donde cada esquina impregna el recuerdo de aquel fatídico primer de mayo de 2008.
Chaitén era una ciudad convertida en un potencial foco turístico, principalmente por alinearse en el inicio de la Carretera Austral y ser el único enlace con la península de Porto Montt por vía marítima. El 1 de mayo de 2008, el volcán Chaitén despertó con una columna eruptiva que alcanzó cerca de 20 kilómetros de altura. Se veía desde Buenos Aires, en la costa atlántica del continente sudamericano. El volcán, que ni siquiera estaba registrado como uno de los 350 volcanes que pueblan Chile, arrojó más de un kilómetro cubico de ceniza riolítica. Una parte importante de la ceniza volcánica acumulada fue removida por las lluvias, generando aluviones volcánicos como el que devastó la ciudad de Chaitén. Las cenizas colapsaron el curso normal del río, haciéndolo juguetear por la centro de la población, inundando y devastando cuanto estaba en su camino. De ahí la tragedia. Además, por el decreto de alerta roja, el Gobierno chileno decidió no apoyar la reconstrucción de Chaitén, sino mover a la población a Santa Bárbara, un pueblo fuera del área de influencia del recién descubierto volcán.
Gracias al incondicional sentimiento de pertenencia de su población, la gente siguió viviendo bajo condiciones pésimas —sin agua, ni luz— en los siguientes meses, reiniciando sus negocios y reconstruyendo lo básico para sobrevivir. A base de nuevas canalizaciones de agua y generadores particulares de electricidad han ido sobrepasando los obstáculos que el desastre natural desenlazó. Ahora, casi cuando se cumplen tres años de la erupción volcánica, el pasado martes 22 de febrero llegó el alumbrado público a las calles del Chaitén. Aún falta mucho por recorrer, pero la reconstrucción de centenares de vidas ha empezado.